sábado, 23 de diciembre de 2006

carta a los cristianos del mundo

Yo les aseguro que su religión no es honesta.

Porque mientras unos pocos tienen todo el tiempo-dinero del mundo unos muchos queman sus vidas para no morir de frío y hambre.
Y mientras los que tienen siguen predicando el verbo poseer los poseídos siguen creyendo que son libres, que son concientes, que sus acciones son voluntarias... porque así tienen que hacerlo, porque suponen que alguna vez -así sea del otro lado de la vida- ellos tendrán también.



Yo les aseguro que esa religión es un fraude.
Porque los que la representan son pésimos actores: son mujeres que fingen por instinto, que simulan por orgasmo, que esconden su naturaleza jugando a las damas, que comercian sueños y trafican somniferos, para que todos las apaudan...

Porque sólo los dioses pueden negar su sexualidad, flotar en el más allá, fotocopiar al cuerpo en la cárcel del alma, anestesiar la piel a costo de hipotecar todas las afecciones, sólo los dioses y las estatuas.


Porque el hecho de que más de uno se haya convertido en estatua no significa que ese tenga que ser un ejemplo a seguir.






-ya seguimos todos los caminos,
ya olvidamos cómo llegamos aquí,
llegamos a través del olvido...-



Les aseguro que son chismes de viejas, mentiras para que no nos asustemos de ser niños, de la muerte en nuestra sombra, del dolor de vida;
son mentiras que no le hacen bien a nadie.




¡Lo tienen que entender: no hay nada que creer!
Lo tienen que sentir: no hay nada que entender.

Tienen que creer: lo que sienten es la nada.





Les aseguro que si creen se irán al infierno de sus paraísos, la eternidad encapsulada en la hoja en blanco de la pureza -incluso hasta purificada de recuerdos que fueron perdonados, que fueron quemados en la caldera incandescente de lo maligno-;

les aseguro que los que más predican son aquellos que gozan del paraíso de sus infiernos...





Les aseguro que su religión no es verdadera.


Porque las verdades que sólo puden verificarse cuando la fiesta haya terminado son verdades de cotillón, de gente que no sabe festejar porque no son ellos los que se casan, de gente que se casa porque no sabe festejar.





Les aseguro que es cruel, porque predica el sacrificio del hijo en la cruz del Padre, el sacrificio de la hija en la virginidad de la madre.



Les aseguro que los están usando como se utilizan los bienes del mercado.



Todos igualitos, todos a un precio diferente aunque según el mismo código monetario -un código de valoración universal-, todos iguales al padre, al patrón, al modelo; distintos al enemigo, al malvado, al pecador que no se arrepiente; todos en fila y en marcha cada día hacia el lugar de trabajo -al santuario- con la boca calladita para que no se despierte papá...
Valen más lo más buenitos: los que saben dar la patita cuando se la piden tienen costo extra.
Valen más los que saben obedecer: porque no se cruzarán la calle arriesgando su vida y la inversión de sus dueños.

Valen más los que sean respetuosos: para que no le levanten a una la pollera antes de tiempo, para que no descubran que ese canal está seco, tan seco como una nuez, como el cerebro de los locos a los que se les ha aplicado electro-shoks.





Les aseguro que podemos cambiar al mundo...
Si dejamos de creer y empezamos a actuar.
Si desterramos la idea de un dios único y verdadero -¡ya sabemos que las verdades son siempre perspectivas, ¿hasta cuando se va a seguir negando el politeísmo que está siempre a pronto a estallar en esa falsa Unidad?!-.
Si dejásemos de temer para empezar a confiar: si dejásemos de creer para empezar a sentir.




Les aseguro que los cambios son posibles siempre:
estamos hechos en el mismo material que los sueños:
los sueños están hechos de fuego.